Cuentos: El paseo

En la casa de Oscar sonó el timbre una, dos y tres veces. Oscar abrió la puerta y vio a un mico que sonreía.

–Uy, ¡Miguelito! –dijo Oscar.

–¡Quiubo, Osquitar! ¡Tiempos!

Oscar le dio a Miguel un abrazo de oso.

–Es un día estupendo –dijo Miguel–. Vamos a caminar.

–Uy, es muy temprano –murmuró Oscar, frotándose los párpados—. Tengo un sueño de oso.

–¡No! –dijo Miguel, mirando su reloj–. Camina, ¡va a ser un día buenísimo!

Oscar dio un bostezo de oso, pero se puso su chaqueta y sus zapatos y salieron al bosque a caminar.

Caminaron por un sendero rodeado de árboles tan altos que parecían tocar el cielo. Sus hojas susurraban canciones al viento.

–¡Hola, Miguel! ¡Hola, Oscar! –dijo una garza blanca que se había posado en una rama. La garza les hizo una reverencia con su elegante plumaje.

–¡Hola, Graciela! –saludaron Miguel y Oscar, alzando sus manos–. ¿Qué tal?

–Todo bien –sonrió Graciela–. ¡Qué día!, ¿no?

–Sí –dijo Miguel–, es el día perfecto para un paseo.

Miguel y Oscar siguieron su camino bajo la sombra de los árboles. Cuando llegaron al río, se sentaron a la orilla a descansar. El agua murmuraba suavemente a sus pies.

–¿Tienes hambre? –preguntó Miguel y sacó dos sánduches de su mochila.

–¡Tengo un hambre de oso! ¡Qué rico!

Miguel le dio un sánduche a Oscar.

–Buen provecho –dijo Miguel.

Una rana verde se acercó a saltos mientras disfrutaban la comida.

–¡Hola, Raul! –dijeron Miguel y Oscar.

–¡Hola, Oscar! ¡Hola, Miguel! –dijo la rana.

–¿Cómo estás? –preguntó Oscar.

–¡Super! –dijo Raul–. ¡Qué día!, ¿no?

–¡Sí! –dijo Miguel–. Es perfecto para sentarse a la orilla del río.

Después de comer, Miguel y Oscar emprendieron el camino de regreso bajo la sombra de los árboles. Oscar silvaba.

–¡Mira! –dijo Oscar, señalando con la mano–. ¡Qué bonito!

Miguel vio el hermoso magnolio lleno de flores rosadas.

–Bellísimo. ¡Cómo huele de rico!

Oscar cerró los ojos y respiró profundo.

Cuando empezaba a oscurecer, llegaron a la casa de Oscar.

–Chao –dijo Miguel–. ¡Que descanses!

–Chao, Miguel –dijo Oscar mientras se quitaba los zapatos en la entrada.

–¡Ha sido un día genial! –dijo Oscar–. El día perfecto para caminar por el bosque, sentarse a comer a la orilla del río y admirar el magnolio.

–Sí, ha sido un día estupendo. ¡Vamos a ver cómo será mañana!

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